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REDESCUBRIENDO A BARRAGÁN

Entrar a la “Casa Luis Barragán", fue como reencontrarte con un viejo amigo y darte cuenta que sigues teniendo un grato recuerdo de él; que aquellas arrugas y aquellas canas solo pueden indicar que ha ganado experiencia.


Recuerdo que la primera vez que mi maestro Miguel Cruchaga me habló de Luis Barragán, fue en una temprana clase de introducción a la arquitectura; y sin pensar, la exaltada expresión con la que describía su arquitectura me terminó de convencer de seguir la carrera.

A mis escasos 17 años, que alguien te hable de la sensación espacial, de la magia de los colores que inundan el espacio, del acompañamiento de los recorridos del agua y del misticismo de los ambientes mientras va sonando el traqueteo del cartucho de las filminas, tranquilamente obnubila.

Tuvieron que pasar 22 años para entender lo que no se ve en los planos, para escuchar lo que no se aprecia en los videos, para sentir lo que no se siente en una foto y para transformar un viejo mito en un descubrimiento.


Esa tarde, el cielo de la ciudad de México se despejaba luego de una breve lluvia. Entrábamos a un recibo que enmarcaba un jardín natural y las húmedas baldosas del piso habían tomado el color que su diseñador deseaba contrastar con aquel verde salvaje.

Pasábamos de ambiente en ambiente y las sensaciones iban mutando de tal forma que podías sentir como los espacios se transformaban de acuerdo a su función.

La utilización maestra de colores tan difíciles de usar como el rosa o el amarillo se equilibraba con la decoración mínima y las esferas reflejaban el espacio creando una atmósfera de ensueño.

Esa tarde, aquella nostálgica conversación grabada en mi sub consciente adquirió un nuevo valor. Lo que fue una charla se transformó en un diálogo y ambiente tras ambiente me daba cuenta de la lógica de las dimensiones, de la precisión de las ventanas, de la maestría en el uso del color y de la importancia de ponerse en los zapatos del cliente (aunque este fuera uno mismo).

Esa tarde sentí que ya como arquitecto voy por buen camino, y que uno nunca deja de aprender. Sentí que los arquitectos podemos hacer que nuestro cliente sienta la emoción de la arquitectura y me sentí agradecido por seguir esta hermosa carrera.

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